La rana

Como una miniatura que concentra
siglos de maestría en unas pocas curvas,
simple y monótona como un hexámetro,
quieta y eterna y silenciosa como un templo,
la rana se acomoda en el paso de las horas
sentada sobre una película de agua.

Detrás del mármol húmedo de su piel
palpitan mundos, circuitos y caminos que se enredan
alrededor de complejos industriales
y ríos espesos de riqueza, y bosques,
y ciudades. Una sola llama invisible
alimenta todas las calderas.

Yo reconozco esta economía en el diseño,
esta maquinaria sobrehumana en las entrañas
y este fuego secreto que la anima
porque los he visto componer en otra escala
el ser y el destino de los hombres
y las órbitas que traza el universo.

58 Stroud Green Rd., Londres

Los jardincillos decrépitos de detrás de mi casa
son una colonia aglomerada de color
en mitad del reino gris de las palomas.
Rodeados de edificios centenarios
que forman una muralla húmeda agujereada de reflejos,
se diría que han sobrevivido
de espaldas a la Historia.
Y sin embargo el mundo existe sólo para ellos.
Los árboles que emergen del enredo de ramajes
reciben a la lluvia con los brazos abiertos
y de entre franjas de un azul cambiante,
como cuervos, mirlos y garzas,
como colibríes y gorriones sobre las olas del aire,
los espíritus los visitan todavía.

Más allá de este dominio irregular
se extienden llanuras de tejados
que quiebran catedrales de asfalto
y oscuros monolitos gigantescos,
laberintos de desasosiego
construidos a imagen del hombre.
Envuelto en un trozo de niebla,
en un sueño gris,
yo atravieso sus callejas
persiguiendo el rastro tenue de la vida.
Y siempre me sorprende recordar
(de vuelta de frente a los jardines,
contra el suave impacto de los verdes
y las formas que se rompen contra el cielo
y el batirse ajetreado de los pájaros)
que la vida ya está aquí.

Lo Sobrecogedor

Escondiéndose en la sombra menguante de las horas
de la luz glacial del día eterno,
sin aliento, el hombre deletrea
el nombre inacabable del Milagro.
Porque palpita en él, porque le duele,
porque se enrosca en las ruinas de su voz
como una serpiente milenaria,
el hombre recita el universo
en plegarias sin objeto ni esperanza.
Y cuando el viento arranca de sus manos
el polvo de sus obras y sus sueños
y lo deja inerme, enfrentando un horizonte
donde sólo un sol desierto y una sombra
se levantan, -como un pedazo de niebla,
como una lágrima, como un recuerdo-
su oración se desgaja y baila y se pierde
en el silencio.
Éste es el hijo de los Dioses,
el ángel humillado,
el alma que atraviesa eones de agonía
buscando en el aroma huidizo de las formas
la memoria rota de un hogar eterno.
Éste es el puñado de ceniza que ha dado nombre al mundo
y lo ha dejado caer,
como una semilla,
en oídos que aguardaban
como tierra revuelta.

Punto bobo

Armada
       con un bolo de lana
              y las agujas
(y los consejos extraviados de la Eugenia)
absolutamente seria
       sobre tus manos bufas
te estás tejiendo un sueño de bufandas.
Rodeada
       de enredos que se enganchan de las curvas
       de puntos que se anudan sobre vueltas
retuerces la mañana
       y te lamentas
y maldices tu estampa
              y continúas.
Hasta que al cabo de un rato
              en tu mirada
se abre paso una chispa de alegría
       y desde tu regazo
              me saluda
un paño salpicado de agujeros.
“¿Lo ves?”, preguntas tímida. Lo veo:
de un rayo de luna entre tus dedos
ha brotado un pedazo de universo.

Foie con hongos beltxas y alcachofas en el Túbal

No es un estallido de cuarzos diminutos de colores,
ni el brotar instantáneo de melodías divergentes:
es más como una mano que acaricia por sorpresa
o el rodar de los jugos de un tallo misterioso.
Es como el dormirse de las eras,
como el viento apagándose en una tarde de septiembre.
Es como morder el corazón de una promesa.

¿Qué magia en los calderos
alcanza las entrañas
oscuras y calientes
del animal sacrificado

y la vulva salvaje de los bosques

y el latido seco de los campos

y atando a sus demonios con hilos invisibles
los rinde frente a mí?
Un instante, la luz marrón,
el ruido de los platos y las sillas,
y el siguiente
persiguiéndome por la cueva de mi paladar.
Es
como buscar
mi boca
en el silencio.
Es
como el regreso
fugaz
de la consciencia.

Gracia

Algunas noches eres puro como un ángel.
Como un ángel, te olvidas de la muerte y de la angustia,
del dolor miserable de estar vivo.
Como un ángel, das la espalda al viento y ves el mundo
recobrando sus formas impecables.
Después te encuentra el sueño y como un ángel
te entregas sin batalla y sin esfuerzo
y descansas de siglos, como un ángel.
Como un ángel.
Sin memoria, sin nombre y sin futuro.
Como un ángel.