Como una miniatura que concentra
siglos de maestría en unas pocas curvas,
simple y monótona como un hexámetro,
quieta y eterna y silenciosa como un templo,
la rana se acomoda en el paso de las horas
sentada sobre una película de agua.
Detrás del mármol húmedo de su piel
palpitan mundos, circuitos y caminos que se enredan
alrededor de complejos industriales
y ríos espesos de riqueza, y bosques,
y ciudades. Una sola llama invisible
alimenta todas las calderas.
Yo reconozco esta economía en el diseño,
esta maquinaria sobrehumana en las entrañas
y este fuego secreto que la anima
porque los he visto componer en otra escala
el ser y el destino de los hombres
y las órbitas que traza el universo.